En
la antigüedad, los primeros en mencionar las cualidades curativas del
brezo fueron Dioscórides y Galeno, a los que siguieron Mattiolo, Laguna,
Tragus, Lobel y muchos otros; le dieron el nombre de Erica, y todos
coincidieron en señalar su propiedad de contribuir a
romper y expulsar
los cálculos renales.
Actualmente,
se ha podido comprobar que el brezo está compuesto por quercetina,
ericinol, ercina, saponinas, taninos y glucósidos flavónicos.
Toda
la planta, especialmente sus hojas, contiene arbutina el cual es
un potente diurético y antiséptico urinario que permite clarificar la
orina, aumentar su cantidad y normalizar su olor.. Por ello, resulta
imprescindible en el tratamiento de las cistitis, blenorragias, retención de líquidos, nefritis, inflamaciones de la próstata, etc.
El aburtina
del brezo facilita, también, la eliminación de los excesos de ácido
úrico, ya sean debidos a un escaso funcionamiento de los ríñones o a cálculos renales o arenilla urinaria.
Igualmente,
presenta propiedades benéficas en el sistema circulatorio al disminuir
la fragilidad capilar por su contenido en vitamina P, y muy
especialmente como espasmolítico,
El brezo ayuda también a combatir el reumatismo, ya sea mediante fricciones
ligeras de su aceite al acostarse por la noche sobre las articulaciones
adoloridas. También se puede realizar baños de cuerpo entero en los que al agua caliente se le adiciona
una decocción de brezo.
De forma externa, se puede aplicar una loción compuesta de brezo en los casos de acné rosácea y dermatosis.
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